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Los adultos son la decepción más grande de mi vida

Extracto

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¿Sabes cuando sientes que no acabas de encajar? ¿O que encajas porque te esfuerzas mucho por hacerlo? 

Jugar a encajar es lo que he hecho gran parte de mi vida, esperando que alguien me dijera que no era necesario. 

 

Hay una parte de mi perturbada, pero no la encuentro. 

Sólo da con ella la tristeza y la frustración. Siento que si la fuerza de voluntad y el ímpetu dieran con ella, la aceptaran y la liberaran, me costaría muy poco trabajo vivir.  

 

Pensaba que estaba perturbada, que había algo en mi, algo que todos veían menos yo, algo de lo que me tenía que desprender para poder seguir una vida decente. 

 

Ahora sé que no. 

No estoy perturbada y tú tampoco. 

Sentir no es de locos.

 

 

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Dedico esto a las inútiles, las despistadas y torpes, a las raras, para todas aquellas que lamentablemente nos manchamos la ropa, chillamos demasiado, nos cepillamos poco el pelo, odiamos los grupos de gente y llegamos tarde. 

 

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I. MANCHAS 

 

Los Correctos. Nombre propio. Aquella comunidad felizmente aceptada y por los que muchos, como yo, hemos luchado durante años para llegar a formar parte. 

 

Sin éxito. 

 

Existen personas socialmente correctas por naturaleza, personas agradables, que no suelen llamar mucho la atención y que jamás se discutirán o harán nada fogoso en público. Las personas correctas por naturaleza normalmente son igual de correctas en privado, aquellas personas con las que puedes mantener una bonita conversación sin chillar, que irás de excursión a la montaña y no se ensuciaran ni un poco el dobladillo del pantalón o con la que iréis a comer y no vacilaran ni un segundo al meterse los espaguetis perfectamente enrollados en la boca. Esas personas, a las que no se les caen las cosas al suelo, su pelo no se encrespa y me atrevería a decir que si sudan, sudan lo justo para no oler mal, son geniales. Todos conocemos a alguien así. Está genial ser así, el problema es que no todos somos así.

Cuando tenía tres años mi madre me recogía siempre del colegio. Me quedaba a comer allí, así que ella me dejaba a las 9 de la mañana y no me volvía a ver hasta las 5 de la tarde. A las 9 de la mañana me dejaba con dos coletas perfectamente hechas, ropa limpia y planchada y gafas de pasta transparentes. Me dejaba en la puerta junto a mi amiga de la época, Lara. Lara siempre llevaba un par de trenzas amarradas con gomitas de corazones o semejantes, camisas blancas, faldas, calcetines blancos o de colores claros y zapatitos elegantes. 

Cuando a las 5 me presentaba delante de mi madre a la salida del colegio, no se podía creer lo que veía. Los calcetines marrones, la camiseta manchada y llena de arena por todos sitios y el pelo tan revuelto que ni siquiera se veían las coletas. Literalmente no veía a mi madre de la mierda que llegaban a tener mis gafas. En cambio a mi lado salía Lara, con sus dos trenzas aún perfectas como a la mañana y la camisa blanca intacta, sin una mancha. Mi madre me confesó que llegó a hablar con mi profesora para pedirle una explicación lógica, ya que no entendía como dos niñas ''amigas'' que hacían exactamente las mismas actividades en la escuela saliesen tan abismalmente diferentes. 

La respuesta de la profesora fue simple. ''Mientras Lara da un paso, tu hija da cinco.''

 

Me educaron para no chillar demasiado, no llamar en exceso la atención, no ensuciarme, no decir palabrotas y en caso de las niñas, no correr, y si por lo que sea eres una invertida y te gusta correr, no lo hagas demasiado rápido, no sea que te caigas, llames la atención, te ensucies y digas alguna palabrota todo durante la misma acción. 

Desafortunadamente todos esos comportamientos tienen más de mi que una camisa blanca y unos calcetines limpios. 

Hablo altísimo, me gusta chillar, me encanta correr, trepar, pelearme y hablar mal, me muerdo las uñas, soy despistada, y me mancho la ropa en casi cada comida. 

No soy correcta, mis modales no son buenos por lo que la mayoría entiende como buenos y me da absolutamente igual. 

No siempre me ha dado igual, he jugado a ser correcta durante gran parte de mi vida, las únicas vías de escape a mi yo real han sido el baloncesto y la homosexualidad. Por desgracia ambas conductas tienen connotaciones masculinas y de dudosa feminidad a los ojos de la gran mayoría de personas. Desde los doce años que juego al baloncesto, y poder tres o cuatro veces por semana, correr, sudar y tirarme por el suelo a pelear las veces que quisiera, junto a una docena de chicas más, ha sido siempre maravilloso. Un espacio donde ser bruta, bestia y masculina está bien visto. Mi segunda casa. 

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